viernes, 29 de abril de 2011

La Palabra de Hoy " Cómo crecer en el amor"

Cómo crecer en el amor
 
Objetivo:
 
Comprender y aceptar el amor de Dios y mostrarles su amor a los demás.
 
A veces experimentamos su amor en nuestros sentimientos, en el sentido de que pudiéramos decir que estamos complaciéndonos en el fervor de su amor. Pero por lo general reconocemos el amor de Dios por nosotros en lo que Él ha hecho. El capítulo del amor (1 Corintios 13) define el amor no como algo que se siente sino algo que se expresa en hechos.
 
En esta ocasion estudiaremos sobre el acercamiento espiritual. La prueba positiva de crecimiento espiritual es mostrarles a otros el amor de Cristo en nuestra vida, no sólo a quienes son de la familia de la fe, sino también a los perdidos y desamparados del mundo. : Un amor siempre en aumento a Dios y a los demás es la más elevada realización cristiana.)
El amor es el mayor, porque todas las demás virtudes tienen en él su origen. La predicación elocuente, el conocimiento asombroso, la mucha fe, buenas obras, e incluso el martirio son inútiles sin amor (1 Corintios 13:1-4). Dios quiera que, gracias a este estudio, aumente nuestro deseo de crecer en el amor a Dios y a los demás.

A veces cuando alguien quiere dar un regalo, el beneficiario titubea en aceptarlo. Se nos ocurren pensamientos como estos: "Nadie da nada por gusto" y "Algo está tratando de conseguir". No cabe duda de que hay algo de cierto en el dicho "no se consigue algo por nada".)(Romanos 5:5-8 : Lev. 19:18,34; Salmo 116:1,2; Juan 15:12,13; Rom. 5:1-8; 1 Tes. 4:9; 1 Juan 3:1,17, 18; 4:8-10; 5:1-3

Aun con Dios se cumple eso. Dios nos ofrece su amor como un don. Recibimos ese don cuando ponemos en Dios nuestra fe y confiamos en Él. Y como declaró Pablo en Romanos 5:5, "la esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones". No nos consideremos tan importantes, como si hubiéramos hecho algo grande, ya que debemos reconocer que pusimos nuestra esperanza en Dios porque estábamos desesperados.
Pablo no deja lugar para la duda en cuanto a nuestra condición antes que recibiéramos el don del amor de Dios. Éramos "débiles", "impíos" y "pecadores" (vv. 6,8). Carecíamos de poder para ganar la justificación con Dios. Lo mejor que podíamos ofrecer en el sentido de justicia propia es como "trapo de inmundicia" para Dios (Isaías 64:6). Cada uno de nosotros andaba sin Dios y no había dado en el blanco, y estábamos destituidos de su gloria (Romanos 3:23).
La frase "pero Dios" (Efesios 2:1-10; Romanos 5:8) señala el cambio en esos pasajes. Cristo no murió por una persona justa o ni siquiera una persona buena que sea amable y generosa. Murió por los pecadores. Pero Dios, sabiendo que la paga del pecado es muerte, nos dio el don de su amor, que es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro (6:23).

Grandeza del amor de Dios:

La grandeza del don del amor de Dios se muestra al hacer hijos suyos a quienes reciben ese amor. "Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; por esto el mundo no nos conoce" (1 Juan 3:1). Nos resulta totalmente extraña la idea de que Dios nos ama tanto que quiere adoptarnos en su familia.
El ser hijo de Dios implica beneficios y responsabilidades.Romanos 8:14-17 menciona estos beneficios: la dirección del Espíritu, conociendo a Dios como "Padre", el testimonio del Espíritu y el ser heredero de Dios y coheredero con Cristo.
1 Pedro 2:21-24 habla del ejemplo de Cristo para que sigamos "sus pisadas". Tenemos la responsabilidad de sufrir por Cristo, consagrarnos a Dios y vivir rectamente.

Juan 1:12 afirma: "A todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios." Por la fe recibimos el don de la salvación y nos convertimos en hijos de Dios (véase también Efesios 2:8,9).

La grandeza del amor de Dios también se ve en la provisión de la salvación por parte de Dios. Envió a Jesucristo para que fuera la propiciación por nuestros pecados (1 Juan 4:10). La palabra "propiciación" alude a un sacrificio hecho para satisfacer los justos requisitos de Dios. Dios aborrece el pecado, pero ama al pecador, de modo que envió a Cristo para que muriera por nosotros.

Dios creó al hombre para que tuviera comunión con Él. Pero el pecado interrumpió la relación del hombre con Dios, convirtiendo al hombre en enemigo de Dios. Pablo tenía eso en mente cuando dijo que éramos enemigos de Dios. En su deseo de restaurar las buenas relaciones con nosotros, Dios nos reconcilió con Él por la muerte de Jesucristo (Romanos 5:10).

Se ha definido la religión como la tentativa del hombre de llegar hasta Dios. El cristianismo es diferente de cualquier otra religión en que es Dios quien toma la iniciativa de llegar hasta nosotros. "Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna" (Juan 3:16).

La grandeza del amor de Dios se ve también en su deseo de darnos vida (1 Juan 4:9). Cuando el hombre fue creado y puesto en el huerto, fue el deseo de Dios que disfrutara de la vida y de la comunión con Él. Pero Adán decidió no hacer caso de la advertencia de Dios de que "el día que de él comieres, ciertamente morirás" (Génesis 2:17). El pecado causó la muerte física y espiritual. Dios envió a Jesucristo al mundo para que tengamos vida, y la tengamos en abundancia (Juan 10:10).

La vida que Jesucristo nos da vence aun la muerte física. La esperanza del cristiano incluye la resurrección del cuerpo. En aquel día glorioso, los efectos del pecado serán destruidos para siempre y disfrutaremos de vida eterna en la presencia del Señor (véase Apocalipsis 21,22).
Dios es amor (1 Juan 4:8). Su naturaleza manifiesta la grandeza de su amor y su carácter es actuar con amor (v. 10). No es de extrañarse que el apóstol Pablo pidiera que seamos "plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento" (Efesios 3:18,19).

Áme a Dios Con todo su ser:
En el Salmo 116, el salmista expresa su gratitud a Dios por haber sido librado de la muerte. Es como reacción ante la respuesta de Dios a sus oraciones que él expresa su amor a Dios (v. 1). Dijo que invocaría y amaría a Dios mientras viviera (v. 2).

No sólo debemos amar a Dios con toda nuestra vida; tenemos que amar a Dios con todo lo que somos. Se acercó a Jesús uno de los escribas, maestro de la ley, que le preguntó cuál era el mandamiento más importante. La respuesta de Jesús vino de Deuteronomio 6:4,5. Confirma la unidad de Dios y la relación que Israel tiene con Dios como su pueblo del pacto. Como es el único Dios verdadero, y gracias a su pacto, se le debe amar de todo corazón.
Muchos se complican tratando de definir lo que significa amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma, con toda la mente y con todas las fuerzas. Concentrémonos más bien en lo que Jesús está diciendo aquí. Debemos amar a Dios con todo nuestro ser.

Ámelo Con obediencia :

Todos los padres suponen que sus hijos se amen los unos a los otros. Dios espera que quienes lo aman también amen a sus hijos (1 Juan 5:1).

Parece extraña la declaración del versículo 2. En el capítulo anterior, Juan dio a entender que es imposible amar a un Dios invisible si no amamos a las personas con quienes tenemos contacto cada día (4:20).

No podemos separar la relación que tenemos con Dios de las relaciones que tenemos con los demás. La forma en que usted trate a su compañero afectará su relación con Dios. Y su relación con Dios debe afectar la forma en que usted trata al compañero. Por ejemplo, cuando Dios tiene misericordia de nosotros, debemos tenerla de los demás (Mateo 18:33). Cuando ayudamos a un hermano necesitado, hemos servido a Jesucristo (Mateo 25:40).
Por eso Juan dijo que, para mostrar amor a los hijos de Dios, debemos amar a Dios y guardar sus mandamientos. Pero no debe ser una obediencia a regañadientes por temor al castigo. Es un servicio alegre, con un vehemente deseo de agradar a Dios. El obedecer los mandamientos de Dios no es una carga (1 Juan 5:3).

Áme a los demás como a sí mismo:

Muchos luchan con la cuestión de amarse a sí mismo. Vivimos en una cultura que tiende a ser ensimismada y ególatra. Se nos enseña a ser egoístas, aun hasta el punto del suicidio y la eutanasia. ¿Cuál es el equilibrio entre amor propio y egolatría? Levítico 19:18 declara: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo." Y el versículo 34 extiende eso al trato de los extranjeros como familia. Así que nos hacemos la pregunta: "¿Cómo se ama usted a si mismo sin los extremos representados en nuestra sociedad?"

En primer lugar, usted se ama a sí mismo como alguien creado a la imagen de Dios (Génesis 1:27). Después del pecado original, la imagen de Dios, aunque dañada, sigue aun en nosotros (9:6).

En segundo lugar, usted se ama a sí mismo como alguien que tiene valor porque Dios tiene un propósito y un plan para su vida (Jeremías 1:5). El Salmo 139:16 declara: "Mi embrión vieron tus ojos, y en tu libro estaban escritas todas aquellas cosas que fueron luego formadas, sin faltar una de ellas."

En tercer lugar, usted se ama a sí mismo como alguien por quien Cristo murió. Dios pensó que usted era digno del sacrificio de su Hijo unigénito.

Todos los mandamientos de Dios respecto a la forma en que se ha de tratar a los demás se resumen en este único mandamiento: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo", (Levítico 19:18). Romanos 13:10 declara: "El amor no hace mal al prójimo; así que el cumplimiento de la ley es el amor."

La práctica del perdón es una forma en que expresamos ese amor a los demás. No debemos vengarnos ni guardar rencor (Levítico 19:18). Debemos mantener una perspectiva apropiada en nuestras relaciones con los demás. Colosenses 3:13 nos recuerda otra perspectiva a tener en cuenta. "Soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros... De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros." 
Otra expresión de amar al prójimo como a sí mismo se encuentra en el tratar de igual modo a todas las personas (Levítico 19:34). En la parábola del buen samaritano. Jesús enseñó que el prójimo es el que muestra misericordia y compasión con los necesitados (Lucas 10:30-37). La discriminación, el tratar a las personas de manera diferente debido a que son distintas de nosotros, no debía ser práctica del pueblo de Dios. Los israelitas supieron gracias a sus experiencias en Egipto lo que era ser maltratados. Este no fue sólo un principio para los israelitas en la época del Antiguo Testamento. Jesús nos lo aplicó a nosotros cuando nos dio la regla de oro (Mateo 7:12).

Como Cristo lo amó:

Un popular tema cristiano que comenzó a fines de la década de los años noventa es la pregunta "¿Qué haría Jesús?" Jesucristo es el ejemplo supremo de lo que significa amar a los demás. Jesús les ordenó a sus discípulos:

"[Amaos] unos a otros, como yo os he amado" (Juan 15:12.)

Jesús continuó su conversación con la observación de que la mayor muestra de amor es la de dar la vida por un amigo (v. 13). La esencia de eso es el morir por el bien de otro. Pero ¿qué sucedería si eso implicara el sacrificio de las ambiciones, los planes y los intereses personales? ¿Estamos dispuestos a sufrir incomodidades por un amigo? ¿Estamos dispuestos a sacrificarnos para que otros sean bendecidos? Cristo hizo todo eso por nosotros, y no podemos hacer menos por los demás.
El apóstol Juan en su primera epístola recurrió al ejemplo de Cristo (1 Juan 3:16). Invitó a sus lectores a que consideraran si el amor de Cristo puede estar en ellos si no ayudan a un hermano necesitado cuando pueden ayudarlo (v. 17).

Consideramos el corazón como el centro de nuestros sentimientos. La expresión indica el no tener piedad, el no atender al hermano necesitado.

Juan les aconsejó a los creyentes que practicaran las obras de amor, no que sólo hablaran de ellas. Muchos ministerios fructíferos comenzaron con ganar almas para el reino cuando personas compasivas veían una necesidad y la satisfacían. Así comenzó la Escuela Dominical. Robert Raikes vio a los niños necesitados e hizo lo que pudo para ayudarlos. ¿Qué pudiera hacer Dios por medio de usted?
Pablo, al escribirles a los tesalonicenses, mencionó que ellos habían sido enseñados por Dios a amarse los unos a los otros (1 Tesalonicenses 4:9). No les estaba escribiendo para darles instrucciones acerca del amor fraternal, porque ya lo estaban practicando (v. 10). Pablo sencillamente quería alentarlos a que hicieran más y más (v. 11).
Jesús fue su ejemplo para mostrarse amor los unos a los otros. Resolvámonos a seguir el ejemplo de Cristo y su orden de que nos amemos los unos a los otros como Él nos ha amado.

Aplicación:

Tenga con un grupo de hermanos en la fe un intercambio de ideas acerca de las necesidades que saben que hay en la iglesia, en su vecindario, en las escuelas y en la comunidad. Determinen cuáles de esas necesidades pueden ellos satisfacer. Analicen cuáles pueden ayudar a resolver las personas individualmente, una clase de Escuela Dominical o la iglesia. Designe a una persona o a un grupo pequeño para que investigue más lo que puede hacerse y que formule un plan específico (quizá quiera consultarlo con su pastor , Lider , Cura , segun sea su denominacion). Entonces póngalo en práctica, en el nombre de Cristo, como expresión de amor.

La vida tiende a golpearnos. A veces comenzamos a sentir como si nadie nos amara. Esta lección nos ha recordado que Dios nos ama muchísimo. Aun cuando éramos pecadores. Dios nos amó. Comience a buscar al Señor y dígale cómo se siente usted. Permita que su amor entre en el corazón y le dé plenitud de vida. Entonces, al igual que el salmista, usted puede decir: "Amo a Jehová pues ha oído mi voz y mis súplicas" (Salmo 116:1).
¿Cómo habían sido enseñados los tesalonicenses por Dios a amarse los unos a los otros?

¿Qué piensa que significa la expresión "cierra contra él su corazón"?

 (Salmo 116:1,2; Marcos 12:29,30: ¿Cómo puede alguien llegar a ser hijo de Dios?: ¿Cuáles son algunas de las responsabilidades de ser hijo de Dios?: ¿Cuáles son algunas de las ventajas de ser hijo de Dios?: ¿Qué frase de dos palabras señala el punto decisivo en estos dos pasajes?: ¿Por qué la gente tiende a ser escéptica cuanto a recibir regalos?
"El Señor os haga crecer y abundar en amor unos para con otros y para con todos"

                                  (1 Tesalonicenses 3:12)

martes, 26 de abril de 2011

La Palabra de Hoy - Fuertes y Debiles en la FE


Fuertes y Debiles en la FE

             Recibir al débil en la fe, pero no para contender sobre opiniones. Romanos 14:1; Cada uno esté plenamente convencido en su propia mente. Romanos 14:5

Algo feo estaba ocurriendo entre los hermanos cristianos del primer siglo, estaban murmurando unos de otros, había divisiones y juicios y todo en un ambiente donde debía prevalecer armonía y paz. Había chismes y desintegración en la Iglesia del Señor. ¿Qué estaba pasando? Los cristianos judíos de roma se habían encasillado en su obstinada reglamentación de leyes mosaicas, por otro lado los cristianos judaizantes de Galacia creían que mediante sus obras podían convertir a Dios en su deudor y no contentos con creer esta herejía las trataron de imponer a los cristianos de Galacia. Y por otro lado, los cristianos romanos llamados “débiles” se estaban negando a seguir ninguna de estas enseñanzas.
Hay ciertas situaciones y asuntos que son totalmente indiferentes a una persona pero que pueden hacer que el que está a su lado tropiece y caiga. Dios quiere que desarrollemos convicciones personales con base a nuestra relación continua con él, pero también honramos a Dios cuando ayudamos a otros a crecer en su fe, siempre y cuando lo hagamos todo en amor.
Porque ninguno de nosotros vive para sí, y ninguno muere para sí. Romanos 14.7, Si vives, vive para el Señor, si mueres, para Él mueres. Recuerda siempre tú eres del Señor. No juzgues, no menosprecies, porque todos compareceremos ante el tribunal de Cristo. Cada uno dará cuenta a Dios de si mismo. Romanos 14:10,12
Cada aspecto de mi vida debe estar bajo la aprobación de Dios, sujeto bajo la aprobación de Dios, sujeto a su autoridad, porque un día le rendiré cuentas a El de todo lo que hice, hablé y miré. Así que, ya no nos juzguemos más los unos a los otros, sino más bien decidid no poner tropiezo u ocasión de caer al hermano. 14.13
Siempre habrá motivos para que los demás te incomoden, nadie tiene por que pensar como tú. ¿Por qué tienes que detenerte a mirar si los demás toman o no, si ellos sirven o no, si ellos se sienten mal o no? Escucha bien: ¡Nada es inmundo en si mismo! mas para el que piensa que algo es inmundo para él lo es. ¡Ojo ¡Pero si mi hermano se contrista, ya no andas conforme al amor.

No hagas que por algo menos importante que tu hermano, él tenga que perder, recuerda que Cristo murió por Él. Si sirves a Cristo considerando todo lo que contribuye a la paz, justicia y gozo agradarás a Dios y serás aprobado por los hombres. Todo lo que hagas debe reflejar a tu Salvador y cómo te sometes a El, pues El te gano con su sangre.
Aquí te recomiendo algunas tareas para el diario vivir:

1. Recibe al débil en la fe, pero no discutas con él
La relación fraternal entre los cristianos no debe fundamentarse en que todos estén de acuerdo en asuntos que se prestan a discusión. Los cristianos no concuerdan en todos los aspectos pertinentes a la vida cristiana, ni necesitamos hacerlo.

2. A algunos su fe les permite comer de todo, el que come de todo no debe menospreciar al que no come, y el que no come no debe condenar al que lo hace. Dios acepta a ambos.
Los fuertes son los que hacen de todo con seguridad y confianza, pero él débil no debe rechazar al que se siente seguro, ni lo contrario, porque a ambos, es Dios quien los sostiene.

3. A todo lo que consideres importante debes sujetarlo a que siempre le de HONOR A DIOS. ¿Esto glorifica a mi Señor? La motivación para todas las acciones tanto las del fuerte como las del débil debe ser la misma, ambos deben querer servir al Señor y darle gracias por su providencia.

4. No vivas para ti misma, recuerda que le perteneces a Dios, vive solo para él. Tu principal motivación, el propósito de vida tanto del fuerte como del débil deben ser la misma, ambos deben querer servir al Señor y vivir en integridad.

5. ¡No juzgues a tu hermano! ¡no lo menosprecies, todos tendremos que comparecer ante el Tribunal de Cristo!

¿Por qué juzgas? (Los cristianos débiles juzgaban)
¿Por qué menosprecias? (Los cristianos fuertes menospreciaban) pregunta dirigida a los cristianos fuertes.
Todos tendremos que comparecer ante el Tribunal de Dios.

6. Recomendaciones a los cristianos fuertes:

- No juzgues
- No pongas tropiezo ni obstáculo
- Compórtate con amor
- No destruyas por algo simple a tu hermano
- No des lugar a que se habla mal del bien que ustedes practican.

Con mucho amor para los que me consideran su amigo e incluso para los que no.

miércoles, 20 de abril de 2011

Semana Santa - Domingo de Resurreccion


No dejemos que el conejo de Pascua nos desvie la atencion en esta Celebracion de la Resurrecion de Jesus ,tal como el Viejo Pascuero nos roba la atencion en Navidad".

Gracias hermanos por interesarse en el tema. Debo señalar que tengamos mucha precaucion en nuestro objetivo y comportamiento como Cristianos este fin de semana ,debido a ... que el consumismo nos atrapa y no nos deja sentir en nuestro corazon lo que verdaderamente significa este Domingo de Resurrecion, quizas por un tema de nuestra cultura popular que entrega a los niños huevos de chocolate este Domingo podramos hacerlo con nuestros hijos,pero sin perder el norte con respecto a lo que se celebra .

Bién. Esta es una costumbre anglosajona que la comunidad hispana en estas urbes celebra. Los maestros en las escuelas públicas esconden huevos de plástico llenos de dulces y chocolates para que los inocentes niños los busquen. Increíble que también participen escuelas infantiles de iglesias cristianas.

Después de ver el origen de esta fiesta aclaremos este punto.

"El Conejo de Pascua es un personaje mítico infantil perteneciente a las culturas germánicas y posteriormente a las anglosajonas. Aunque sus orígenes no están muy definidos, se supone que la elección del conejo se debe a su conocida capacidad de procreación, de gran valor simbólico en una fiestas dedicadas a la fertilidad de la tierra tras el invierno.
Sin embargo, existen gran diversidad de versiones sobre el origen de este personaje. Hay quien dice, por ejemplo, que el mito del conejo de pascua se originó cuando, en los meses de abril o mayo (cuando algunos gansos del norte ponen huevos), unos niños entraron a un granero y vieron salir corriendo un conejo; cuando después encontraron un huevo, concluyeron que fue el conejo el que lo había dejado atrás.
Un cuento da justificación desde el punto de vista cristiano a la existencia del “conejo de pascua”: dice que un conejo estuvo encerrado en el sepulcro junto a Jesús y presenció su resurrección. Ese conejo, al salir de la cueva junto con Jesús, fue el mensajero que comunicó a todos la buena nueva, regalando huevos pintados" (Tomado de De Wikipedia, la enciclopedia libre)

Vuelvo a la pregunta: ¿Qué tiene que ver el conejo y los huevos de pascua con la resurreción de Cristo? Disculpen la simple respuesta: NADA.

Cristo resucitó de entre los muertos para garantizar la victoria sobre el pecado y satanás. La resurrección del Señor es nuestra garantía de vida, de bendición, de victoria y de vida eterna. En palabras de Pablo "Si Cristo no resucitó en vano sería nuestra fe".

Lo que muchos no saben es que LOS HUEVOS Y EL CONEJO RIDICULIZAN AL CRISTO RESUCITADO. El creyente no debe participar ni por ignorancia en semejante TRADICION.
Los enemigos del evangelio (incluídos los apóstatas) dicen que es imposible que Cristo haya resucitado, como imposible es que un conejo ponga huevos. ¿Lo había pensado?.

La investigación histórica se decanta por una creencia inmediata en la resurrección Un credo apostólico primitivo incluye el resurrección (1 Corintios 15:3-9) y ha sido fechado por muchos eruditos entre 3 y 7 años de la muerte y la resurrección de Cristo.[3] Esto implica una creencia pública anterior. Los eruditos están de acuerdo en que las primeras cartas de San Pablo aparecieron en los 25 años de del ministerio de Jesucristo, y los cuatro evangelios en 21 años (y no después del año 65).[4] La predicación de los apóstoles siempre se centró sobre la resurrección. En un breve espacio de tiempo, judíos devotos por todo el imperio romano que anteriormente habían adorado a Dios el séptimo día de cada semana, se convirtieron al cristianismo y empezaron a reunirse el primer día, en conmemoración de el resurrección de Cristo.
Cientos de testigos vieron a Cristo vivo tras su muerte. En cierta ocasión apareció a 500 personas a la vez (1 Corintios 15:6).

Otra vez ¿Lo había pensado?.

Celebre la vida en Cristo.

Aunque el enemigo ruja e invente, estamos parados en la victoria contundente de Cristo. Que venga el diablo mismo, lo esperamos CON TODO!

Oracion por Carlos Rojas Rojo.

Amado Padre  nos dirigimos a ti en esta hora, en primer lugar para darte gracias Señor por todas tus bendiciones derramadas sobre nosotros tus hijos, Gracias Señor por haber enviado a tu hijo a morir en la cruz por tu creación, gracias Señor porque gracias a la sangre derramada de tu hijo tenemos el camino para poder contemplar tu presencia en ese día venidero tan anhelado  .gracias por darnos la oportunidad de arrepentirnos de todo nuestro pecado y poder ser dignos de tu linaje. Amado Padre queremos pedirte por la salud de Carlos Rojas Rojo  ,quien tu sabes Señor se encuentra muy complicado de salud por el cáncer que lleva en su cuerpo , queremos señor que des alivio a Carlos , tranquilidad y sabiduría a sus familiares que viven momentos muy difíciles , ayúdanos Señor a mostrarles que Tu eres misericordioso, que solo eres amor y que en tu poder esta la sanación de cualquier mal , Señor te rogamos que des Sanidad a Carlos , sabemos que todo es tu propósito Señor pero de igual forma te rogamos en el amor que tenemos por nuestro Prójimo que mejore su condición de salud y pueda testificar el día de mañana que fue salvo por ti Señor y que la oración tiene la fuerza y es el canal por donde te hacemos llegar nuestras plegarias y gratitudes , una vez más Señor quiero darte gracias a ti por tu amor ,a tu hijo Jesús por guiarme día a día  y al espíritu santo que nos conecta ,juntos tenemos el poder de vencer cualquier obstáculo de esta vida ,y en esta ocasión queremos hacer uso de este poder . Dejamos todo esto en el nombre de tu amado hijo Jesucristo .Amen.

martes, 19 de abril de 2011

La Palabra de Hoy

DOS ESTILOS DE EDIFICAR: SOBRE LA ROCA O SOBRE LA ARENA.

Mt. 7:24-27 - (Lc. 6.46-49)

Mat 7:24  Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca.

Mat 7:25  Descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y golpearon contra aquella casa; y no cayó, porque estaba fundada sobre la roca.

Mat 7:26  Pero cualquiera que me oye estas palabras y no las hace, le compararé a un hombre insensato, que edificó su casa sobre la arena;

Mat 7:27  y descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y dieron con ímpetu contra aquella casa; y cayó, y fue grande su ruina.


Definamos que es una Roca
la palabra roca en la Biblia generalmente denota una peña o piedra grande, inmovible, no labrada de manos humanas, en contra distinción de la  PIEDRA que es móvil, labrada, preciosa o útil como utensilio.

Edificar "sobre la roca" es ser un discípulo atento que responde a su maestro, en vez de ser superficial e hipócrita. Practicar la obediencia se convierte en fundamento sólido para resistir las tormentas de la vida. Leamos esto, para poner en práctica lo que escuchamos.

I. ¿Quien nos dice la Biblia que es la Roca?


Deu_32:4;
Deu_32:18; 
2Sa_22:2;  
Psa_18:31;

y todos bebieron la misma bebida espiritual, porque bebían de la roca espiritual que los seguía, y la roca era Cristo
.
1Co_10:4

II. ¿Que tenemos que hacer para edificar sobre la Roca?

·         Ser un verdadero discípulo. Luk_14:26-27   , un verdadero discípulo renuncia a todo.  Luk_14:33

·         Amar a Dios y a nuestro prójimo. Mat_22:37-40

·         Obedientes. Rom_16:19

·         No negarnos hacer el bien. Pro_3:27-29

·         Esto es construir en la Roca, Descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y golpearon contra aquella casa; y no cayó, porque estaba fundada sobre la roca.

·         Un edificio será sólido tanto como lo sea su fundamento. El fundamento de nuestras vidas es Jesucristo, El es nuestra base, El es la ROCA, nuestra razón de ser. Cada cosa que somos y hacemos debe encajar en el molde que se ha dado por medio de Cristo. ¿Está usted edificando su vida en el único fundamento real y duradero o está edificando en un fundamento falso como la riqueza, la seguridad o el éxito?

III. definamos que es arena.

 Conjunto de partículas desagregadas de las rocas, sobre todo si son silíceas, y acumuladas, ya en las orillas del mar o de los ríos,
La que, por estar pura y sin mezcla de tierra, no sirve para el cultivo.
Las que, en las orillas del mar o en los desiertos, desplaza de lugar el viento.
Las sueltas y mezcladas con gran proporción de agua, por lo que no soportan pesos.

    Esto es la que llamamos un fundamento inseguro

·          Como una casa de naipes, la vida del necio se tambaleará. Muchas personas no buscan deliberadamente un fundamento falso o inferior sobre el cual edificar sus vidas, sino que simplemente no piensan en cuál es el propósito de sus vidas. Muchas personas enfrentan la amenaza de la destrucción, no por terquedad sino por falta de reflexión. Parte de nuestra responsabilidad como creyentes es ayudar a otros para que se detengan y piensen en el rumbo que están siguiendo sus vidas y tengan en cuenta las consecuencias de prestar atención al mensaje de Cristo.


·         Hay una tormenta que viene y probará la obra de todo hombre. Cuando Dios quita el alma, ¿dónde está la esperanza del hipócrita? La casa se derrumbó en la tormenta, cuando más la necesitaba el constructor, y esperaba que le fuera un refugio. Se cayó cuando era demasiado tarde para edificar otra. El Señor nos haga constructores sabios para la eternidad. Entonces, nada nos separará del amor de Cristo Jesús.

·         Estar edificando en la arena es estar haciendo riquezas terrenales, confiando en nuestras fuerzas, olvidándonos de Dios, ser mal agradecidos con Dios y sabiendo que todo lo que El nos da todos los días..


Miremos que dice 1Co 3:13  la obra de cada uno se hará manifiesta; porque el día la declarará, pues por el fuego será revelada; y la obra de cada uno cuál sea, el fuego la probará.


Cesar Muñoz T.

lunes, 18 de abril de 2011

Palabra de Hoy

No juzguéis, para que no seáis juzgados.
Porque con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados, y con la medida con que medís, os será medido.
¿Y por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo?
¿O cómo dirás a tu hermano: Déjame sacar la paja de tu ojo, y he aquí la viga en el ojo tuyo?
!!Hipócrita! saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano.
No deis lo santo a los perros, ni echéis vuestras perlas delante de los cerdos, no sea que las pisoteen, y se vuelvan y os despedacen.

Mateo 7: 1-6

Bajo toda circunstancia, esta gran verdad es obligatoria para la conciencia: “No juzguéis, para que no seáis juzgados” (Mateo 7:1). Pero, por otro lado, puede cometerse fácilmente abuso de este principio a causa del egoísmo del hombre. Si alguien persiste en una mala acción y se vale de este pasaje para negar el derecho de los hermanos para juzgar su conducta, es claro que tal persona pone en evidencia una falta de conciencia y de discernimiento espiritual. Sus ojos están cegados por el yo, y él simplemente convierte las palabras del Señor en una excusa para pecar.

El Señor de ninguna manera quiso debilitar la fuerza del santo juicio que hay que ejercer respecto del mal. Al contrario, Él, a su debido tiempo, demandará solemnemente de los suyos lo siguiente: “¿No juzgáis vosotros a los que están dentro?” (1 Corintios 5:12). La falta de los corintios consistía en el hecho de que no juzgaban a aquellos que estaban en su medio. Es claro, pues, que existe un sentido en el cual tengo el deber de juzgar, y otro sentido en el cual no lo tengo. Hay casos en que, si no juzgara, menospreciaría la santidad del Señor, y hay otros casos en que el Señor nos prohíbe emitir juicios, y nos advierte que si lo hacemos, traemos juicio sobre nosotros mismos.
 Ésta es una cuestión muy práctica para el cristiano: cuándo se debe juzgar y cuándo no nos corresponde hacerlo. Todo lo que se manifiesta de forma clara, es decir, todo lo que Dios presenta ante los ojos de los suyos, de modo que se trata de algo consabido o respecto de lo cual hay un testimonio que no puede ponerse en tela de juicio, los creyentes tienen ciertamente la obligación de juzgar. En una palabra, nosotros somos siempre responsables de aborrecer todo aquello que ofende a Dios, ya sea que se lo conozca directa o indirectamente; porque “Dios no puede ser burlado” (Gálatas 6:7), y los hijos de Dios no debieran ser gobernados por meros detalles insignificantes, de los cuales las maquinaciones del enemigo pueden fácilmente sacar ventaja.

Ahora bien, ¿qué quiso decir el Señor con estas palabras: “No juzguéis, para que no seáis juzgados”? Él no se refiere a aquello que es claro, sino a lo que permanece oculto; a aquello que, en caso de existir, Dios aún no ha puesto en evidencia ante los ojos de los suyos. No somos responsables de juzgar lo que no conocemos, sino que, por el contrario, tenemos el deber de velar contra el espíritu de presumir el mal o de imputar motivos sin plena certeza.

Puede ser que haya un mal, y del más grave carácter, como en el caso de Judas. El Señor dijo de él: “Uno de vosotros es diablo” (Juan 6:70), y dejó expresamente en el secreto a los discípulos en cuanto a los detalles. Y notemos de paso que sólo el evangelio de Juan nos muestra que el conocimiento que tenía el Señor de Judas Iscariote era el de una persona divina. Y Él lo dice mucho antes de que algo saliera a luz. En los demás evangelios todo está reservado hasta la víspera de Su traición, pero Juan fue guiado por el Espíritu Santo a recordar que el Señor les había dicho que era “así desde el principio”, y, si bien él lo sabía (Juan 6:64), los discípulos sólo podían confiar en el conocimiento que el Señor tenía de ello; porque si el Señor tuvo paciencia para con él, ¿no debían ellos hacer lo mismo? Si Él no les dio instrucciones de cómo tratar con el mal, ellos debían esperar. Tal es siempre el recurso de la fe, la que nunca obra con apresuramiento, sobre todo en un caso tan solemne. “El que creyere, no se apresure” (Isaías 28:16).

Nada está oculto para Dios, todo está en sus manos, y la palabra clave es paciencia, hasta que llegue el tiempo de tratar con todo lo que sea contrario a Él. El Señor permite que Judas se manifieste plenamente tal como es, y entonces ya no se trataba más de ser tolerante para con el traidor. Si bien existen ciertos casos de mal que debemos juzgar, también hay asuntos que el Señor no le pide a la Iglesia que los resuelva.

Debemos tener cuidado de no comparecer ante Dios, para que no seamos hallados en detalle, punto por punto —cuando no en lo principal— contra Dios. No debemos quebrar lo que está herido, cediendo a sentimientos personales o de partido. Corremos peligro de caer en esto. El efecto inevitable de un espíritu crítico, propenso a juzgar a los demás, es que terminamos siendo juzgados nosotros mismos. Por lo general se habla mal de un alma que tiene un hábito censor. “Porque con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados” (v. 2).

En seguida el Señor presenta un caso particular: “¿Y por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo?” (v. 3). Es decir, cuando existe esta predisposición a juzgar, hay un mal aún más serio, a saber, un mal en el espíritu que no es habitualmente juzgado en la presencia del Señor, que vuelve a la persona preocupada y deseosa de demostrar que los demás también están equivocados. “¿O cómo dirás a tu hermano: Déjame sacarte la paja de tu ojo, y he aquí la viga en el ojo tuyo?” (v. 4). La astilla, naturalmente, era algo pequeño, pero se hacía de ella algo muy grande, mientras que la viga —que era algo realmente enorme— era pasada por alto. El Señor, de la manera más enfática, pone en evidencia el peligro de tener un suspicaz espíritu judicial o crítico. Y muestra que la manera de obrar rectamente, si deseamos el bien de los Suyos y que sean librados del mal, es comenzar por juzgarnos a nosotros mismos. Si realmente deseamos sacar la paja del ojo de nuestro hermano, ¿cómo debemos hacerlo? Comencemos por confesar y corregir las graves faltas que hay en nosotros mismos, de las que tan poco conscientes somos: esto es digno de Cristo. ¿De qué manera trata el Señor con ello? ¿Acaso dice de la paja en el ojo de nuestro hermano: «llevad el caso ante jueces»? ¡De ninguna manera! Uno debe examinarse a sí mismo. El alma debe comenzar por ahí. Cuando uno juzga el mal que su conciencia conoce, o que puede aprender en la presencia de Dios en caso de que la propia conciencia no lo conozca ahora, si comenzamos por eso, entonces veremos claramente lo que concierne a los demás; tendremos un corazón apto para introducirnos en las circunstancias de los demás, y un ojo purificado de todo aquello que inhabilita el corazón para tener el mismo sentimiento de Dios respecto de los demás. “¡Hipócrita! saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano” (v. 5). Esto, en principio, bien puede hallarse en un creyente; pero cuando el Señor dice: “¡Hipócrita!”, él hace alusión al mal en su forma más plena; pero aun en nosotros mismos, experimentamos este mal en alguna medida, y ¿puede algo ser más contrario a la simplicidad y a la piadosa sinceridad? La hipocresía es el más odioso de los males que puede hallarse bajo el nombre de Cristo, algo ante lo cual hasta la misma conciencia natural del hombre se retuerce y rechaza. “¡Hipócrita! saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano.”

Una y otra vez podemos comprobar que cuando la propia viga se ha ido, la paja en el otro no se ve más porque ha desaparecido. Y cuando el corazón está puesto en el Señor, ¿acaso nos lamentaríamos de reconocer que estábamos equivocados respecto de nuestro hermano? ¿Acaso no deberíamos regocijarnos al hallar la gracia del Señor en mi hermano, si sólo descubriésemos, ejerciendo el juicio propio, que yo mismo solamente estaba equivocado? Claro que esto será penoso para uno, pero el amor de Cristo en el corazón del creyente se complace en saber que evita así traer una deshonra más sobre Cristo. Éste, pues, es el primer gran principio que nuestro Señor manda aquí. Uno debe velar diligentemente contra el hábito de juzgar a los demás. Ello trae amargura al espíritu que da rienda suelta a este hábito, y vuelve al alma incapaz de tratar con los demás rectamente; pues hemos sido puestos en el mismo cuerpo y, como lo muestra el apóstol Pablo, con el expreso propósito de ayudarnos los unos a los otros, y todos somos miembros los unos de los otros.


EL JUZGAR A LOS DEMAS

Muchos aplican Mateo 7:1 en forma incorrecta, como si el cristiano no debiera juzgar en absoluto. El error de tal interpretación se hace evidente al leer el versículo 15 de este mismo capítulo: “Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces”. ¿Cómo podríamos “guardarnos de los falsos profetas” si no tuviéramos que juzgar en absoluto? Lo que no debemos juzgar son los motivos del corazón. Pero es nuestro deber juzgar la conducta y la doctrina de los demás. Esto queda claro al leer 1.ª Corintios 5:12-13: “Porque ¿qué razón tendría yo para juzgar a los que están fuera? ¿No juzgáis vosotros a los que están dentro? Porque a los que están fuera, Dios juzgará. Quitad, pues, a ese perverso de entre vosotros”. ¿Qué quiere decir esto? Que los cristianos claramente tienen la obligación de juzgar una mala conducta y de quitar de en medio de ellos al ofensor impenitente. Si los corintios no lo hubieran hecho, Dios los habría tenido que juzgar a ellos. Por último, leamos 1.ª Juan 4:1: “Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus si son de Dios; porque muchos falsos profetas han salido por el mundo”. ¿Qué quiere decir esto? Claramente que los cristianos tienen la obligación de juzgar la doctrina de todo aquel que viene a ellos, y de rechazar las que son falsas.


JUZGARSE A SÍ MISMO

Existen pocos ejercicios más valiosos y saludables para el cristiano que el de juzgarse a sí mismo. Con esto no me refiero a la desdichada práctica de buscar en uno mismo pruebas de vida y de seguridad en Cristo, pues sería terrible estar ocupados en esto. Yo no podría concebir ninguna otra ocupación más deplorable que la de estar mirando a un yo vil en vez de contemplar a un Cristo resucitado. La idea que muchos cristianos parecen abrazar con respecto a lo que se conoce como «autocrítica» —esto es, un examen de sí mismos— es por cierto deprimente. Ellos lo consideran como un ejercicio que puede terminar haciéndolos descubrir que no son cristianos en absoluto. Esto, lo repetimos, es una labor terrible.

Sin duda es bueno que aquellos que han estado edificando sobre un fundamento arenoso tengan abiertos sus ojos para ver el grave error que ello configura. Es bueno que aquellos que con satisfacción han estado envueltos en ropajes farisaicos se despojen de los mismos. Es bueno que aquellos que han estado durmiendo en una casa en llamas despierten de sus sueños. Es bueno que aquellos que han estado caminando con los ojos vendados al borde de un terrible precipicio se saquen la venda de sus ojos para que vean el peligro y retrocedan. Ninguna mente inteligente y ordenada pensaría en poner en duda la propiedad de todo esto. Pero entonces, admitiendo plenamente lo antedicho, la cuestión del verdadero juicio propio permanece completamente intacta. En la Palabra de Dios no se le enseña ni una vez al cristiano a examinarse a sí mismo con la idea de que descubra que no es cristiano, sino —y trataremos de demostrarlo— precisamente lo contrario.

Hay dos pasajes en el Nuevo Testamento que son tristemente mal interpretados. El primero tiene que ver con la celebración de la cena del Señor: “Por tanto, pruébese (o examínese) cada uno a sí mismo, y coma así del pan, y beba de la copa. Porque el que come y bebe indignamente, sin discernir el cuerpo del Señor, juicio come y bebe para sí” (1.ª Corintios 11:28-29). Ahora bien; es común, en este pasaje, que el término “indignamente” se lo aplique a las personas que participan, cuando, en realidad, se refiere a la manera de participar. El apóstol nunca pensó en cuestionar el cristianismo de los corintios; es más, en las palabras de apertura de su epístola él se dirige a ellos en estos términos: “a la iglesia de Dios que está en Corinto, a los santificados en Cristo Jesús, llamados a ser santos” (en rigor, «santos por llamamiento»). ¿Cómo podía él emplear este lenguaje en el capítulo 1 y poner en tela de juicio, en el capítulo 11, la dignidad de esos santos para participar de la cena del Señor? ¡Imposible! Él los consideraba santos y, como tales, los exhortó a celebrar la cena del Señor de una manera digna. Jamás se planteó la cuestión de que estuviera presente allí alguno que no fuese verdadero cristiano; de modo que era absolutamente imposible que la palabra “indignamente” se pudiera aplicar a personas. Su aplicación correspondía únicamente a la manera. Las personas eran dignas, pero su manera no; y entonces fueron exhortadas, como santas, a juzgarse a sí mismas en lo que respecta a su proceder, pues, de lo contrario, el Señor habría de juzgarlas en sus personas, como ya había sido hecho (1 Corintios 11:30). En una palabra, habían sido exhortados a juzgarse a sí mismos en su calidad de cristianos. Si ellos hubiesen tenido dudas de esa condición, no habrían sido capaces de juzgar absolutamente nada. Yo nunca pensaría en hacer que mi hijo juzgase si es hijo mío o no, pero sí esperaría que él se juzgara a sí mismo en cuanto a sus hábitos, pues, de lo contrario, yo tendría que hacer, mediante la disciplina, lo que él debió haber hecho mediante el enjuiciamiento propio. Precisamente porque lo considero mi hijo no lo dejaría sentarse a mi mesa con ropas sucias y malos modales.

El segundo pasaje se encuentra en 2.ª Corintios 13: “pues buscáis una prueba de que habla Cristo en mí... examinaos a vosotros mismos” (v. 3-5). El resto del pasaje es un paréntesis. El punto esencial es éste: el apóstol apela a los mismos corintios como la clara prueba de que su apostolado era divino; de que Cristo hablaba en él, de que su comisión provenía del cielo. Él los consideraba como verdaderos cristianos, a pesar de toda la confusión que reinaba en la asamblea; pero, puesto que ellos constituían el sello de su ministerio, ese ministerio debía ser divino, y, por ende, no debían oír a los falsos apóstoles que hablaban en contra de él. El cristianismo de los corintios y el apostolado de Pablo estaban tan íntimamente relacionados que poner en duda el uno implicaba poner en duda el otro. Resulta claro, pues, que el apóstol no exhortaba a los corintios a examinarse a sí mismos con la idea de que dicho examen pudiera resultar en el triste descubrimiento de que no eran cristianos en absoluto. ¡Todo lo contrario! En realidad, es como si yo fuera a mostrarle un auténtico reloj a una persona y le dijese: «Ya que usted busca pruebas de que el hombre que fabricó este reloj es un verdadero relojero, examine el aparato».

Resulta claro, pues, que ninguno de los pasajes citados aporta garantía alguna que apoye la idea de ese tipo de «examen de conciencia» o «autocrítica» que algunos sostienen, el cual se basa en un sistema de dudas y temores y carece de todo respaldo en la Palabra de Dios. El juicio propio, sobre el cual deseo llamar la atención del lector, es algo totalmente diferente. Es un sagrado ejercicio cristiano del más saludable carácter. Tiene por base la más inquebrantable confianza respecto de nuestra salvación y aceptación en Cristo. El cristiano es exhortado a juzgarse a sí mismo por cuanto es cristiano, y no para ver si lo es. Esto marca toda la diferencia. Si estuviera mil años haciendo un examen de conciencia, una autocrítica, y buceara en el yo, no hallaría otra cosa que miseria, ruinas e iniquidad, cosas todas a las que Dios hizo a un lado y a las que yo tengo la responsabilidad de considerarlas “muertas”. ¿Cómo podría esperar obtener pruebas consoladoras mediante tal examen? ¡Imposible! Las pruebas del cristiano no han de hallarse en su corrompido yo, sino en el resucitado Cristo de Dios; y cuanto más logre olvidarse de lo primero y ocuparse en lo segundo, tanto más feliz y santo será. El cristiano se juzga a sí mismo, juzga sus hábitos, sus pensamientos, sus palabras y sus actos porque cree que es cristiano, no porque dude que lo sea. Si él duda, no es apto para juzgar nada. El verdadero creyente se juzga a sí mismo estando plenamente consciente y gozoso de la eterna seguridad de la gracia de Dios, de la divina eficacia de la sangre de Jesús, del poder de Su intercesión que prevalece sobre todo, de la inquebrantable autoridad de la Palabra, de la divina seguridad de la más débil oveja de Cristo; sí, entrando en estas realidades inapreciables por la enseñanza de Dios el Espíritu Santo, el creyente verdadero se juzga a sí mismo. La idea humana de la «autocrítica» se basa en la incredulidad. La idea divina del juicio propio, en cambio, se basa en la confianza.

Pero nunca olvidemos que somos exhortados a juzgarnos a nosotros mismos. Si perdemos esto de vista, la vieja naturaleza no tardará en aflorar de nosotros y ganará la delantera; entonces tendremos que ocuparnos tristemente en ello. Los cristianos más devotos tienen un sinnúmero de cosas que necesitan ser juzgadas, y, si no se juzgan habitualmente, seguramente acumularán abundante y amargo trabajo para sí. Si hubiese enojo o ligereza, orgullo o vanidad, desidia natural o impetuosidad natural, cualquier cosa que pertenezca a la naturaleza caída, nuestro deber como cristianos es juzgar y avasallar todas estas cosas. Todo lo que sea juzgado de forma permanente nunca se hallará en la conciencia. El enjuiciamiento propio mantendrá todos nuestros asuntos de forma correcta y en orden; pero, si la vieja naturaleza no es juzgada, no sabemos cómo, cuándo o dónde brotará, provocando un agudo dolor del alma y trayendo deshonra al nombre del Señor. Los más graves casos de fracaso y decadencia generalmente se deben al descuido en el juicio de uno mismo respecto de cosas pequeñas. Hay tres diferentes niveles de juicio: el juicio propio, el juicio de la iglesia y el juicio divino. Si un hombre se juzga a sí mismo, la asamblea se conserva pura. Pero si no lo hace, el mal brotará de alguna forma, y entonces la asamblea se verá comprometida. Y si la asamblea deja de juzgar el mal, entonces Dios habrá de tratar con la asamblea. Si Acán hubiese juzgado sus pensamientos ambiciosos, la congregación no se habría visto implicada (Josué 7). Si los corintios se hubiesen juzgado en privado, el Señor no habría tenido que juzgar a la asamblea en público (1. ª Corintios 11).

sábado, 16 de abril de 2011

La Palabra de Hoy

 "Hermanos, no murmuréis los unos de los otros. El que murmura del hermano y juzga a su hermano, murmura de la ley y juzga a la ley; pero si tú juzgas a la ley, no eres hacedor de la ley, sino juez. "

                                                            Santiago 4:11

Creo que, en términos generales, no se tiene claro lo que es la murmuración y lo que esto supone, tanto en nuestra relación con Dios como con el prójimo. Muchos se creen con el derecho y la autoridad de hacer sus comentarios sobre otras personas, denigrando, menospreciando y hasta calumniando, con una tranquilidad pasmosa; pero ellos mismos, no quieren admitir que a tal acción sin misericordia Dios le llama el pecado de la murmuración, el cual tiene graves consecuencias.
Cuando se toca a una persona para hablar mal sobre ella, está saliendo a relucir la falta de integridad y de amor de aquel que murmura. El que se respeta y se estima a sí mismo considera a los demás en esa misma dimensión. Recurre a ese mal y feo hábito el que se tiene en poca estima, y juzga y condena, acarreando para sí mismo(a) condenación.
Es la murmuración la plaga de los grupos y la que ataca en forma directa la unidad de los mismos; sea en la familia, en el trabajo, en el vecindario, en las diferentes organizaciones, y hasta en la iglesia. ¡Tenga Dios misericordia y a tiempo redarguya a todo aquel que usa su lengua para murmurar!.

Porque con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados,y con la medida con que medís, os será medido.
¿Y por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano,y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo?,¡Hipócrita! saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano.

                                                     Mateo 7:2-5


Hermanos, no os quejéis unos contra otros, para que no seáis condenados; he aquí, el juez está delante de la puerta.
                                                     Santiago 5:9


... La lengua es un miembro pequeño, pero se jacta de grandes cosas. He aquí, ¡Cuán grande bosque enciende un pequeño fuego!.
                                                         Santiago 3:5

Del fruto de la boca del hombre se llenará su vientre;se saciará del producto de sus labios.
La muerte y la vida están en poder de la lengua,y el que la ama comerá de sus frutos.


                                                     Proverbios 18:20-21

Haced todo sin murmuraciones y contiendas, para que seáis irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de una generación maligna y perversa,  en medio de la cual
resplandecéis como luminares en el mundo;Asidos de la palabra de vida, para que en el día de Cristo yo pueda gloriarme de que no he corrido en vano, ni en vano he trabajado.


                                                        Filipenses 2:14-16

No murmuréis, como algunos murmuraron,y perecieron por el destructor.
Y estas cosas les acontecieron como ejemplo,y están escritas para amonestarnos a nosotros,
a quienes han alcanzado los fines de los siglos.
Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga.


                                                       1 Corintios 10:10-12

En las muchas palabras no falta pecado; mas el que refrena sus labios es prudente.

                                                        Proverbios 10:19

El hipócrita con la boca daña a su prójimo;mas los justos son librados con la sabiduría.

                                                          Proverbios 11:9

El que carece de entendimiento menosprecia a su prójimo;mas el hombre prudente calla.
El que anda en chismes descubre el secreto;mas el de espíritu fiel lo guarda todo.


                                                       Proverbios 11:12-13

El que anda en chismes descubre el secreto;no te entremetas, pues, con el suelto de lengua.

                                                         Proverbios 20:19

El temor del Señor es aborrecer el mal; la soberbia y la arrogancia, el mal camino, y la boca perversa, aborrezco.
                                                         Proverbios 8:13

El que guarda su boca guarda su alma; mas el que mucho abre sus labios tendrá calamidad.

                                                         Proverbios 13:3

El corazón del sabio hace prudente su boca,y añade gracia a sus labios.
El hombre perverso levanta contienda y el chismoso aparta a los mejores amigos.


                                                       Proverbios 16:23, 28

El perverso de corazón nunca hallará el bien, y el que revuelve con su lengua caerá en el mal.

                                                       Proverbios 17:20

No os engañéis; Dios no puede ser burlado:Pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará.

                                                         Gálatas 6:7


Mas yo os digo que de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio.
Porque por  tus palabras serás justificado, y  por tus palabras serás condenado.


                                                          Mateo 12:36-37

viernes, 15 de abril de 2011

jueves, 14 de abril de 2011

Palabra del Dia de Hoy

Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redarg:uir, para corregir, para instruir en justicia,


a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra.


                                         2 Timoteo 3:16